Memoria de la experiencia Erasmus en Vilnius, Lituania

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Memoria de la experiencia Erasmus en Vilnius, Lituania

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Celia Fuentes Schmitte
Grado en Ciencias Políticas y de la Administ. y Derecho
Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, y Facultad de Derecho
Universidad de Granada / Mykolas Romeris University

¿Por dónde empezar? Oficialmente, todo empezó hace casi dos años, un 27 de agosto de 2020. Pero, en realidad, los trámites comenzaron en diciembre de 2019, cuando estaba buscando mi destino de Erasmus ideal. Barajaba diferentes primeras opciones, Viena, Praga, Vilna...Decidiéndome por la capital lituana. Quería ver algo diferente. Elena y Marisa, que estaban ese curso allí, me habían hablado maravillas de la ciudad y universidad como destino Erasmus.

En enero de 2020 me concedieron mi primera opción. Aún recuerdo la felicidad que sentí al pensar que, al año siguiente, por esas fechas, llevaría meses viviendo en otro país. Que estaría embarcada en una aventura totalmente desconocida. Además, casi todos mis amigos de la carrera consiguieron también su plaza de movilidad, y estábamos muy contentos por poder compartir a la vez la experiencia. Para sorpresa de todos, en marzo apareció el Covid-19, que puso patas arriba la vida de muchos, y nos sembró dudas en cuanto al próximo curso académico. Después de meses de dudas, mis amigos decidieron aplazar su movilidad al curso 2021/22, por lo que finalmente, fui la única que tomó la decisión de pasar el curso fuera de Granada. Personalmente, hasta dos semanas antes de comenzar mi estancia, no sabía si podría comenzar la experiencia de manera presencial. Finalmente, el Ministerio de Salud y de Educación lituanos acordaron permitir a los estudiantes extranjeros entrar al país, con una prueba PCR negativa y 14 días de cuarentena.

El 27 de agosto de 2020 embarqué en un vuelo directo a Kaunas, la segunda ciudad más grande de Lituania, con 3 maletas llenas de miedo, nervios, expectativas, ganas de descubrir Europa del Este e incertidumbre (y mucha ropa de abrigo para sobrevivir al invierno lituano). Al llegar me esperaba un conductor contratado por la universidad de destino, ya que no se nos permitía utilizar el transporte público por proceder de un país en situación de riesgo.

A pesar de ser plenamente consciente de que mi experiencia erasmus sería diferente a la usual dadas las condiciones sanitarias, fue chocante tener que pasar las primeras semanas sin poder explorar la que sería mi ciudad durante los 10 meses siguientes, y sin poder conocer a mucha gente más allá del pasillo de la residencia. Sin embargo, la cuarentena pasó mucho más rápido de lo esperado. Llegó la primera clase presencial, el primer paseo explorando Vilna, la primera fiesta. Me sentía extremadamente afortunada de poder pasar casi un año en una ciudad tan diferente a las que había vivido anteriormente. Nunca había estado en esa parte de Europa y cada día aprendía algo nuevo sobre el país, su cultura, su historia...A la vez que iba conociendo a personas de diferentes países y con ello, diferentes culturas, aprendiendo con cada conversación, desmontando prejuicios. Por aquel entonces no podía ni imaginar cómo cambiaría mi situación personal, mi manera de ver las cosas, de cómo aprendería a relativizar.

El primer mes estuvo lleno de todo tipo de planes, eventos, de fiestas, de probar comida tradicional, conocer gente de diferentes rincones de España y del mundo, adaptarme a mi nueva vida. En esos momentos, las restricciones por Covid-19 eran mínimas en comparación a España, una vez pasada la cuarentena reglamentaria. Aunque he de decir que pudeadaptarme bastante rápido a esa residencia exsoviética situada en Didlaukio gatve 57, donde compartía 10 metros cuadrados de habitación con Mariana, y ducha y cocina con 15 personas más.

Las clases comenzaron de manera presencial, y eran bastante diferentes al modelo de enseñanza español. El máximo de alumnos en una clase era de 20, por lo que había más espacio a debates, seminarios, más participación por parte de todos los alumno. Es decir, por lo general, se trata de un modelo más participativo y personalizado. Desde finales de septiembre hasta finales de noviembre realicé un curso voluntario de nivel A2 de francés. Sin embargo, a finales de octubre de 2020, y con un incremento de los casos de Covid-19 en Lituania, las clases pasaron a formato online.

Desde la primera clase aprendí muchísimo sobre el contexto político lituano, la cultura y sociedad. Con solo pasear por el centro de Vilna era posible ver la presencia de la OTAN en el país, y su importante situación geoestratégica por cercanía a Rusia. Además, en mi universidad había muchos estudiantes ucranianos y bielorrusos, que habían venido a hacer la carrera a Vilna, con la esperanza de poder encontrar un futuro mejor dentro de la Unión Europea. Volviendo a Bielorrusia, en agosto de 2020 se celebraron las elecciones presidenciales, donde hubo mucho descontento por parte de la población, pues Lukashenko volvió a ser elegido presidente, por sexta vez desde 1994. Esto desembocó en numerosas protestas, tanto dentro del país vecino como en Lituania, donde se defendía la celebración de unas elecciones con todas las garantías democráticas, y donde se organizaron protestas pacíficas todas las semanas, y donde incluso el transporte público mostraba mensajes de apoyo al pueblo bielorruso. Además, existe un gran interés en conservar la memoria histórica del país y su pasado soviético, prueba de ello el museo del KGB o el Grutas Parkas, donde se pretende exponer la realidad de la época soviética. Por todo esto, entre otras muchos factores y conversaciones, aprendí muchísimo más de lo esperado sobre la situación en Bielorrusia y Ucrania, además de las relaciones y el pasado con Rusia, algo muy interesante para mí como estudiante de Ciencias Políticas.

Llegaron los primeros exámenes, para los cuales no sabíamos qué esperar. Algunos eran tipo test, algo propio de todos los sistemas, pero otros eran a modo de ensayo open book, por lo que me resultaron más diferentes y quizás difíciles de los que había hecho anteriormente en España. Por ese entonces, ya me había acostumbrado al formato de enseñanza tan participativo, y había expuesto varias presentaciones en inglés, en las cuales había ido aumentando mi confianza al hablar en público. Además, para la asignatura optativa de Refugee Law, redacté un trabajo junto a un compañero, sobre “Proposed pre-entry screening procedures in the EU”, que más tarde la profesora nos ofrecería publicar.

En noviembre, pasé 10 días en cuarentena ya que me infecté de Covid-19. No fue fácil pasar tanto tiempo en una habitación de 10 metros cuadrados sin poder salir a pasear, y cocinando en base al microondas y al hervidor de agua, ya que no podíamos usar la cocina comunitaria.

Por suerte, al salir de cuarentena levantaron las restricciones de entrada a Polonia y Suecia, por lo que decidimos organizar un road-trip hasta Gdansk, lugar que fue muy emotivo visitar ya que es la ciudad natal de mi abuela materna, de donde tuvo que huir por la invasión Nazi. Allí cogeríamos un vuelo a la capital sueca, Estocolmo. Aunque antes del viaje ya nos llevábamos muy bien, después del road-trip hubo un antes y un después. No hay nada comparable a pasar una semana completa, día y noche, conociendo en profundidad a unas personas desconocidas meses atrás, oyendo las historias que acarrean en sus espaldas y bromeando sobre las manías más simples que a día de hoy recuerdo más que nunca. Quizás ellos no lo sepan, pero después de las primeras horas en el coche, supe enseguida que aquello era sólo el comienzo de una bonita amistad. Este fue el primero de muchos viajes, como aquel que reservamos a la Laponia Finlandesa, el cual se canceló debido a la situación sanitaria, por lo que nos llevamos una gran desilusión, pues para muchos de nosotros era realmente un sueño en nuestra lista de cosas por hacer.

El 27 de noviembre cayeron los primeros copos de nieve, y aún recuerdo la alegría y emoción que teníamos muchos de nosotros por ver nevar, sin saber que tendríamos nieve y frío hasta abril. A esas alturas ya no nos pareció tan increíble, y lo único que queríamos era superar los bajo 0 y ver unos rayos de sol. La situación sanitaria fue empeorando y a mediados de diciembre decretaron la cuarentena nacional, por lo que cerraron todos los negocios no esenciales y cancelaron muchos de los vuelos con el extranjero. Allí es cuando tuve que tomar la decisión de si volver a España por Navidad con mi familia, y probablemente quedarme allí varios meses, pues no resultaría tan sencillo volver a Vilna, o arriesgarme y quedarme allí sin poder realmente hacer muchos planes y sin poder moverme libremente fuera de la ciudad, pero con personas que ya podía llamar amigos. Si bien fue extraño no pasar las navidades con mi familia en Almería, como de costumbre, no me arrepiento de haber vivido esas navidades lituanas, pues fueron semanas donde los que decidimos quedarnos nos unimos más, surgiendo grandes amistades y recuerdos.

En enero viví -23oC, una temperatura que no me esperaba presenciar. Fue el invierno más frío en los últimos 15 años. Si bien la situación climática y sanitaria no estaban a nuestro favor, nosotros conseguimos pasarlo bien y a pesar de que las tardes jugando a las cartas no eran pocas, siempre encontrábamos algún plan alternativo con el que disfrutar. También pasé tardes preparándome los exámenes, que eran mucho más prácticos que en España, y donde para la calificación final se tenía muy en cuenta la participación activa durante el curso. En febrero tuve la suerte de poder visitar Estonia y Letonia y sus respectivas capitales, siendo toda una aventura hacer turismo en una ciudad desierta por el frío. Quedamos impresionados con las playas bálticas cubiertas de hielo. Además, tuvimos la presión añadida de realizarnos un test de antígenos de covid-19 para poder pasar las fronteras.

Marzo fue un mes de muchísimas emociones y reflexiones diferentes. El no ver a mi familia ni el sol almeriense durante tantos meses se me hizo algo cuesta arriba, y tuve la tentación de volver por unos días a España para desconectar de la vida erasmus, ya que estaba pasando por un mal momento personal. Sin embargo, no pude volver, pues la única manera de llegar a España era mediante 3 escalas, pagando más de 300 euros, además de necesitar una PCR negativa pues por aquel entonces la vacuna Covid-19 no estaba comercializada. Aprendí que dejarse llevar y no planificar todo quizá no tenía tantos efectos secundarios como pensaba, que los cambios de planes traían muchas cosas buenas, y que lo desconocido sólo me haría crecer.

Llegó abril, y con ello, la desescalada en hostelería, donde abrieron las terrazas, y en las cuales pasábamos muchas tardes a pesar del frío y la lluvia. Abril fue mes de exámenes parciales y varias exposiciones orales en Labour Law, Intercultural Communication y Strategic Management.

En mayo pudimos visitar Polonia, haciendo un intenso viaje de 4 días, en el que apenas dormimos, visitando Varsovia, Cracovia, las montañas del Tatra (donde nos alcanzó una borrasca de nieve), Auschwitz y las minas de sal de Schezeny. Fue cuanto menos intenso e impactante. Además de esto, hicimos varios viajes en coche por Lituania, recorriendo sus carreteras torcidas, admirando los extensos campos de hierba, creando aún más recuerdos a medida que avanzábamos en nuestro viaje. A mediados de mayo realicé varios exámenes, algunos de ellos orales, tipo test y en formato de ensayo, obteniendo buenas calificaciones, incluyendo varias matrículas de honor por el valor añadido de haber participado activamente en las clases.

Fue increíble ver como con la llegada del solsticio de verano las noches eran casi inexistentes, atardeciendo a las 11.30 de la noche y amaneciendo a las 3.30am. Las noches, si bien breves, nos brindaron muchísimos atardeceres y anécdotas increíbles. En junio ya habíamos terminado los exámenes, pero decidimos alargar unas semanas la estancia. Comenzaron las despedidas, y cada semana vivíamos un funeral en el aeropuerto de la ciudad, aunque se materializó en ese momento, las promesas de reencontrarnos comenzaron mucho antes. Durante ese mes, al haber terminado ya el curso académico y por ende los exámenes, aprovechamos al máximo el buen tiempo y esos planes que nos brindaba, como hacer picnics en los Green Lakes, alquilar barcas para navegar por el río, pasar las noches en el barrio independiente de Uzupis, salir por los pubs de Vilniaus gatve. Además, tuve la oportunidad de vacunarme contra el Covid-19, ya que el proceso de vacunación en Lituania fue mucho más rápido que en España.

Por suerte, la situación actual es de total normalidad, y las clases este año han sido totalmente presenciales allí, disminuyendo la vacunación el impacto de la pandemia. Sin embargo, soy consciente de que hay muchas universidades que han mantenido la enseñanza online, por lo que puede ser más difícil el proceso de integración y de conocer a gente si no te alojas en una residencia de estudiantes.

Afortunadamente, las promesas que nos hicimos en aquel aeropuerto se han cumplido, y nos hemos reencontrado cuatro veces.

Si bien en más de un momento me inundó la tristeza por no haber podido ver la ciudad en su estado natural, llena de vida y gente, durante más tiempo, pienso que la experiencia no hubiese sido igual de haber estado el ocio nocturno abiertos durante todo el curso, ya que los vínculos que formamos hubiesen sido mucho más superfluos.

¿Entonces, qué es el Erasmus? Erasmus es comunidad y cultura, superación, una burbuja de sensaciones, un año de aprendizaje constante. Es estar orgullosa de haber dado aquel paso, haber tomado aquella decisión que a la vez llevó a una cadena de decisiones y vivencias que me han llevado a ser la persona que soy a día de hoy. Es darte cuenta de que hay más cosas que te unen que las que te separan. Es descubrir que a la chica de Tsibili le gusta la misma música que a ti, aprender de tu amigo azerí sobre la situación política de su país, descubrir que los franceses y españoles pueden llevarse más que bien y destruir (o reforzar) los estereotipos creados alrededor de nuestro país. Es aprender la cantidad de diferentes costumbres que hay dentro de España, descubrir la alegría canaria, la sinceridad de los vascos y la rebeldía catalana. Es perfeccionar la tortilla de patata, indignar a los franceses por mezclar vino con Coca-Cola para hacer kalimotxo, intentar hacer paella y que salga mal, echando de menos los productos frescos propios de la dieta mediterránea.

Cada Erasmus es único, según la persona y sus circunstancias... sin embargo, creo que a la generación que estuvo de Erasmus durante ese año, nos une algo: la incertidumbre acaecida por la situación sanitaria. Erasmus es estar viviendo el momento, sabiendo que probablemente en el futuro mires atrás y lo recuerdes con anhelo, inundándote la nostalgia con cada recuerdo que te invada.

Cuando acaba, es tristeza, añoranza, lazos y recuerdos que te acompañarán toda la vida. Imposible de entender si no lo has vivido, e imposible de olvidar si has tenido la suerte de vivirlo.

Gracias a la Unión Europea, por haber tomado la iniciativa hace más de 35 años de apostar por este proyecto en el que a día de hoy ha cambiado la vida y forma de ver el mundo de más de 10 millones de personas. Creo que sin duda es la política pública con más éxito de la UE. Y gracias a la Universidad de Granada, por ser la entidad líder en España en el programa Erasmus, y promover la internacionalización de su alumnado mediante diferentes programas de movilidad.

Muchas gracias a todas las personas que me crucé por el camino, pero en especial, a Guillem, Carla, Yamila, Étienne, Laia, Jakob, Salome, Léo, Asier, Lots, Mariana, Alexandre, Heydar, Lorenz e Inès, por enseñarme y ayudarme tanto, sin ellos no hubiese ni la mitad de increíble. მადლობთ. Merci. Çox sağ ol. Danke. Dank je. Gràcies. Eskerrik asko. Thank you.

Celia Fuentes Schmitte