Experiencia de Ruslan Shushkanov Erasmus de Granada en la Universidad de Varsovia

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Experiencia de Ruslan Shushkanov Erasmus de Granada en la Universidad de Varsovia

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Ruslan Shushkanov

Grado en Administración y Dirección de Empresas

Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales

Universidad de Granada / Universidad de Varsovia

MEMORIA DE MI ESTANCIA EN LA UNIVERSIDAD DE VARSOVIA

Para empezar, me gustaría presentarme. Mi nombre es Ruslan Shushkanov, tengo 23 años y estudio el grado de Administración y Dirección de Empresas en la Universidad de Granada. Durante el curso 2020/2021 realicé mi estancia en Polonia con el programa Erasmus+, en la universidad de Varsovia y más en concreto, en Faculty of Management.

Durante ese curso, como todos sabemos, toda la educación fue afectada por la pandemia, no solo en España, sino en toda Europa. La más afectada resultó ser la educación superior, ya que no hubo clases presenciales al principio y luego se pasó al modelo híbrido. Por ello, muchos no realizaron la movilidad por el miedo a la nueva enfermedad o por otras razones. En mi caso, yo tenía muchísimas ganas de ver la cultura de otro país y de ver cómo es su educación, por lo que decidí irme a pesar de todas las restricciones que había y podrían haber impuesto. Pero antes de eso, tuve que hacer muchos trámites y un acuerdo de estudios, el cual adjunto junto a esta memoria. En mi experiencia personal, elaborar el acuerdo de estudios es la parte más importante y la parte que más me costó, ya que había que mirar una cantidad inmensa de asignaturas de la universidad del destino, compararlas con las de nuestro centro y también cuadrar los créditos porque en Polonia dichos créditos varían dependiendo de la asignatura. No es como en nuestra universidad, que todas las asignaturas son de 6 créditos. En Polonia había asignaturas de 1, de 2, de 3, de 4 y de 5 créditos. Tras terminar el acuerdo de estudios, fue firmado por mi tutora docente, Laura Alcaide y también por Rodrigo Martín, mi coordinador.

El curso en la universidad de Varsovia empezaba el 15 de octubre, bastante más tarde que aquí en España. Tenía pensado irme a finales de septiembre para tener tiempo para buscar el piso, instalarme, ver un poco la ciudad y a acostumbrarme al nuevo ambiente, cuando recibí la noticia de que iban a cancelar los vuelos directos a Polonia desde España. Entonces, sin pensar y sin dudar mucho, cambié el vuelo que tenía comprado y, finalmente, me fui el 31 de agosto. Tenía muchísimas ganas de hacer el Erasmus por las experiencias que me contaron mis amigos y conocidos, así que no dude en irme tan temprano y creo que me salió bastante bien.

Al llegar a Polonia y salir del aeropuerto sentí un cosquilleo por dentro. Estaba solo en un país diferente, todo estaba en un idioma diferente. No me cuesta nada cambiar de ambiente, de ciudad, pero esa vez cambié de país, era una experiencia nueva para mí. Se podría decir que me fui solo, aunque estuviera en un grupo de WhatApp con más chicos españoles que iban a la misma ciudad que yo, pero no los conocía y pasaron unas cuantas semanas hasta que pude hacerlo.

Tras buscar pisos en varios grupos de Facebook y en una página polaca, finalmente conseguí alquilar uno, un poco alejado del centro y más cerca de mi facultad. Como curiosidad, podría destacar que la mayoría de los pisos en Polonia no tienen salón, solo constan de dormitorios, baños y una cocina. Mi primer piso fue así y la verdad que después de 3 años en Granada compartiendo el piso y haciendo la vida en común con mis compañeros, el hecho de no tener salón me impactó bastante. Compartía el piso con 3 chicas, una de Ucrania, una de Bielorrusia y otra de Polonia. La convivencia estuvo bien, nunca tuvimos problemas porque todos éramos muy ordenados y bastante flexibles. También, al no tener salón, nos veíamos poco, más en la cocina mientras cocinábamos algo. Eso fue lo peor para mí, ya que, como dije un poco más arriba, estaba acostumbrado a compartir experiencia con mis compañeros. En segundo cuatrimestre me busqué otro piso, con los chicos españoles que conocí a lo largo de los primeros meses. El piso que cogimos fue más céntrico, tenía salón y lo compartía con gente que conocía, fue un cambio radical. Empezó el curso y nos notificaron que las clases iban a ser online, menos 2 asignaturas. Por un momento me alegré, pero al ver qué asignaturas eran la alegría me duró poco. Eran 2 asignaturas que empezaban a primera hora, por lo que había que madrugar bastante. Dos días después de esa notificación nos llegó otra. Finalmente, todas las asignaturas iban a ser online.

Sinceramente, me dio un poco de pena. Nunca fui a mi facultad ni nunca tuve una clase presencial con mis compañeros que eran de todas las partes del mundo. La pandemia suprimió el contacto y la socialización, lo que creo que es muy importante en todos los niveles académicos. Me hubiese gustado compartir momentos con mis compañeros internacionales, ver cómo piensan, hacer trabajos con ellos, pero no pudo ser. Fui a la universidad para firmar los certificados de llegada y algunos documentos más, pero lo que es mi facultad, solo he tenido la oportunidad de verla en fotos.

En cuanto al sistema educativo de Polonia, me llamaron la atención varias cosas. Lo primero, como mencioné antes, las asignaturas podían tener 3, 4 o 5 créditos, por lo que su duración era más reducida que en España. En mi caso, yo tenía asignaturas con una duración de semanas o un par de meses. Así se hacían más amenas y tenías tiempo para otras cosas cuando se acababan. Otra cosa que me llamó la atención es la duración de las clases. En Polonia, en mi facultad, las clases duraban de 2 a 4 horas en algunas asignaturas. Creo que clases de tantas horas son ineficientes porque nuestra capacidad de atención disminuye conforme pasan las horas. Yo lo pude experimentar en las clases de 3-4 horas, las últimas se me hacían eternas y no me podía concentrar y menos comprender lo que me estaba explicando el profesor. Otra cosa es el sistema de calificaciones, que difiere con el de aquí. Las notas van del 1 al 5 y no se usan todas las decimales, solo las mitades. Por ejemplo, tengo en mi expediente académico un 3,5 y un 4,5. También, en Polonia los exámenes, si es que hay alguno programado, se realizan en la última clase de la asignatura. Digo si es que hay alguno programado porque muchas de las asignaturas que yo cursé se evaluaron mediante trabajos, presentaciones o essays.

Creo que es un modelo de evaluación bastante común en Europa y se podría adoptar en España ya que me parece más eficiente en cuanto a la cantidad de conocimientos que vas a obtener poniendo en práctica lo aprendido en las clases teóricas. Obviamente, también tuve varios exámenes de tipo test, pero eran la minoría, comparando con otros métodos de evaluación. Por último, como ya dije, las clases eran online, pero eran interactivas. Los profesores nos preguntaban cosas constantemente y hacíamos mini prácticas tanto grupales como individuales. Esa dinámica, diferente a la que tenemos aquí, me gustó bastante ya que a través de esas pequeñas practicas se aprendía un poco en cada clase Creo que es muy importante interactuar con los alumnos para que no pierdan el hilo y para hacer más amenas las clases, más teniendo en cuenta la cantidad de horas de estas.

Conforme se desarrollaba el curso, fui superando las asignaturas con éxito y al ser las clases online eso nos permitía movernos y hacer viajes. En total visité 10 países en mi año de Erasmus y la experiencia me encantó. Nunca había viajado tanto y el hecho de ver tantas culturas diferentes me abrió la mente. Además de esos viajes, viajamos bastante por Polonia porque era muy barato ya que los estudiantes tenían muchos descuentos y en el transporte público teníamos un 51%, así que los trenes nos salían por 10-15€ ida y vuelta. En Europa en general los estudiantes son beneficiados de muchos descuentos, de donde España podría aprender ya que, por ejemplo, el AVE que tenemos es muy caro y hay mucha gente que estudia fuera de su ciudad y no pueden acceder a ese tipo de transporte.

Como país Polonia me encantó, pero también hay varios “peros”. Por una parte, es un país barato (comparado con España) para vivir y para viajar, rico en cosas para visitar, como los campos de concentración de Auschwitz o el norte del país con sus inmensos bosques y muchas pistas para esquiar, tiene bastante historia por la segunda guerra mundial y tiene una cocina maravillosa (para mi gusto). Por otra, el clima es bastante duro, sobre todo los inviernos, con temperaturas de hasta -25 grados en el año en el que estuve yo. Llueve bastante y hasta finales de abril, más o menos, seguíamos llevando chaquetones. También la gente no es como en España, no es tan abierta, tan alegre...los polacos son más suyos, más serios y diría que en algunos casos fueron un poco racistas tanto conmigo como con mis amigos. El nivel de inglés que dominan no es muy alto por lo que comunicarse con ellos a veces era complicado, pero no imposible. Por último, la dieta es totalmente diferentes y por ello los alimentos en los supermercados, pero a mí personalmente me gustó, por lo que no fue un problema adaptarme y cambiar un poco mis hábitos alimenticios. En cuanto al impacto de la Covid-19 en mi experiencia de movilidad, podría decir que fue una experiencia única, con sus cosas malas y con sus cosas buenas. Lo malo fue que mucha gente no pudo hacer la movilidad por diversas razones. Incluso hubo algunas universidades que directamente cancelaron sus movilidades. Mucha gente se quedó sin experimentar lo que experimentamos nosotros. Así también yo me quedé sin conocer a mucha gente que podía haber venido en condiciones normales. La situación en Polonia también era difícil, a mitades de octubre cerraron la hostelería, las discotecas, los centros comerciales, incluso las peluquerías porque había muchos casos de gente afectada por la Covid.

Básicamente nos quedamos sin ocio y lo único que podíamos hacer eran actividades al aire libre como pasear, ver la ciudad o reunirnos alguna vez en el piso de alguien. A medida que bajaban los casos, volvían a abrir los centros comerciales, pero la hostelería permaneció cerrada hasta finales de mayo, por lo que, yo personalmente, pude disfrutarla solo al principio, un mes y medio y un poco al final. En cuanto a los viajes, también hubo limitaciones, y había que mirar constantemente las restricciones y las condiciones de entrada a los países, incluso había que mirar la situación en Polonia si queríamos viajar en el interior. En ese aspecto fue un poco difícil viajar, pero aun así, de una manera u otra, conseguíamos hacerlo. Por último, la parte mala de no tener presencialidad fue que se cancelaron muchas actividades como viajes, excursiones o fiestas, organizadas por la universidad para que se crea un vínculo social entre alumnos de diferentes países. Aunque al principio se intentó organizar algo, al final se canceló por las restricciones.

La pandemia se llevó muchas vidas de los afectados y sus familiares, pero como en todo, hay que buscar su lado positivo, aunque a veces cueste. En mi caso, la Covid-19 tuvo también un impacto positivo, no solo negativo. Ese impacto positivo fue que, con las clases online, teníamos mucha libertad de movimiento ya que solo disponiendo de un portátil o de un teléfono móvil te podías conectar y seguir la clase perfectamente desde cualquier parte del mundo. Así fue mi caso y el caso de muchos de mis amigos. Nos íbamos de viaje a otros países y nos conectábamos a las clases desde ahí. Fue muy cómodo y nos permitió viajar mucho. Ya a nivel más personal, creo que la pandemia me ayudó a ser más consciente de la salud y de cuidarse. También a ser más pendiente y más precavido, sobre todo cuando se trataba de la organización de algún viaje, había que mirar las restricciones, las condiciones de entrada, las medidas de seguridad que se tomaban en los países a los que íbamos, aparte ya de buscar alojamiento, transporte... En resumen, considero que fue un año fructífero, del que he aprendido bastante en lo académico y en lo personal. En cuanto el nivel de inglés, cuando volví me notaba más fluido y con menos dificultades para hablar, así que creo que en ese aspecto mi movilidad también fue exitosa.

Siempre voy a tener bonitos recuerdos de ese año en Polonia y, como dicen, “Once Erasmus, always Erasmus.”